EL DESPERTAR DE FREDERICK
Existió una vez, en el más lejano Oriente, un hombre tan rico que ni la mitad de su fortuna cabía en alguna de sus propiedades. Frederick (1), que así se llamaba, era un empresario dedicado a la venta de miel, un producto muy cotizado en aquel momento. Quien quería probar ese delicioso manjar debía viajar a su lugar de cultivo y hacer un arduo viaje, o comprarlo a aquellos que las traían a la ciudad. Frederick tenía diez trabajadores que hacían todo el trabajo de selección y compra de productos, siempre con bajo coste para que su dirigente no se enfadara, mientras el empresario solo se dedicaba a venderlo a las grandes fortunas.
¿Cuándo te levantarás de tu sueño? (2) - le preguntó su esposa mientras él dormía.
Griselda, que así se llamaba la mujer, no podía soportar la forma en la que su marido menospreciaba a los trabajadores, que se deslomaban para que él solo les diera unas pocas monedas. Mientras lo miraba, el hombre despertó y le dijo:
Buenos días, linda. ¿Qué haces aquí sentada?
La pregunta es que haces tú aquí, mientras los pobres muchachos ya llevan 5 horas buscando los mejores productos para ti- le replicó Griselda.
No siento ninguna pena por ellos - contestó Frederick.
Se te olvida que todo lo que tienes es gracias a ellos- sentenció la mujer.
Tras esas palabras, Frederick se levantó de un brinco y se vistió rápidamente.
Yo soy el que sustenta este negocio, podría hacerlo sin ellos perfectamente- dijo Frederick.
Su mujer, cansada de su miserable actitud, le dijo:
Hoy es 19 de abril. Pues bien: trata de que mañana, 20, hayas traído una gota siquiera de miel - le replicó la mujer (3).
Frederick, con una mirada desafiante y un gesto de desprecio, salió de aquel lugar, dispuesto a conseguir su propia fortuna. Su primera decisión fue despedir a todos sus trabajadores, ya que apenas, según él, no hacían nada. Frederick pensó que de esta manera podría aumentar considerablemente sus ganancias (4). Los primeros días del negocio fueron bastante correctos, pero poco a poco, fue perdiendo clientes, pues le costaba mucho encontrar miel para venderla a buen precio.
Un día, paseando por la plaza de la ciudad, se enteró de que uno de sus antiguos trabajadores había abierto un negocio en el que se dedicaba a lo mismo que él. Muy desesperado por las deudas, habló con su viejo trabajador ofreciéndole asociarse, a lo que el trabajador contestó que no, invitándolo a vender su empresa a un precio ridículo, haciéndole ver, que a los trabajadores había que tratarlos de forma correcta.
Finalmente, Frederick, humillado, y sin haber conseguido una pizca de miel, fue a pedirle disculpas a su mujer, que lejos de abandonarlo, le dijo: “A veces es necesario que la vida nos ponga en nuestro sitio y aprender de nuestros errores”. Y gracias a la herencia de los padres de Griselda pudieron reflotar el negocio y hacer que en este todos los trabajadores fueran igual de importantes (5).
Referencias:
(1): En este caso nos basamos en el nombre del protagonista del álbum ilustrado Frederick de Leo Lionni.
(2): En este caso se hace referencia a los Proverbios 6:6-11, donde al protagonista se le hace la misma pregunta que a Jehová.
(3): En este punto se menciona el diálogo que las abejas mantienen con la abeja haragana. Igual que en nuestro relato, las abejas, hartas de trabajar, retan a la abeja a coger la miel y dejar de aprovecharse de ellas.
(4): En este caso el protagonista despide a sus empleados porque según él no hacen nada, al igual que la cigarra es considerada un personaje vago en la fábula de Esopo.
(5): En este último párrafo, Frederick le pide disculpas a su mujer por su comportamiento, al igual que en la fábula de Samaniego cuando la cigarra cuando le pide refugio a la hormiga.
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